Licencias de actividad y malos hábitos

Aunque parezca imposible, todavía quedan miles de comercios, que su actividad real no concuerda con la licencia o que directamente, ni tienen licencia, porque jamás han legalizado su actividad.

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Zona atención y venta, en comercio multi-producto.

Estos casos siempre suelen tener el mismo final. No ocurre nada, hasta que alguien lo denuncia. No es hasta este momento, en el que la Administración Pública interviene, realizando una inspección del comercio, viendo las deficiencias existentes y las ilegalidades presentadas, aunque se suele conocer de antemano.

Es entonces, cuando la Administración informa al titular de la actividad, que debe regularizarla, cumpliendo la normativa vigente y las ordenanzas municipales. Que para ello, se busque a un técnico competente en la materia, para realizarle la gestión y que con el resultado, presente la documentación. Por desgracia, en la mayoría de los casos, es dónde comienzan los problemas.

Los malos hábitos adquiridos tras los muchos años de trabajo bajo la falta de legalización de la actividad y puesta en normativa, generan una inercia en una dirección, difícil de cambiar, a la vez que existe una necesidad imperiosa de hacerlo, para poder llegar a buen puerto con la tramitación de la licencia de actividad, imprescindible para su comercio.

La circunstancia anterior, suele crear una mentalidad obtusa, en la persona que explota la actividad y en la mayoría de los casos, cuesta Dios y ayuda, para cambiarla. Lamentablemente, el técnico al que se le ha asignado la ardua tarea de realizar el proyecto, pasa a ser la figura del opositor a la buena marcha, que ha tenido la actividad hasta el momento y acostumbra a no haber buen «feeling» entre éste y el cliente.

Si duda alguna, al decir que se presenta una ardua tarea, para conseguir dar de alta la actividad, se refiere a la gestión de la relación técnico-cliente, por los motivos ya presentados. Al técnico se le exige un alto grado de comprensión y empatía, que en efecto, debe tener. Éste, debe conocer todas las necesidades e impedimentos de la actividad que pretende realizar o realiza, el cliente y adaptar todos los recursos, utilizando sus conocimientos y su ingenio, que para ello ha sido contratado y remunerado. El problema es que la parte «contraria», que no olvidemos, es quien ha contratado al técnico y al pagarle, considera que «trabaja para él» y que ha de hacer lo que él quiere, evidentemente, a su conveniencia. Bien, pues esto no es así, porque hay una normativa y unas ordenanzas que cumplir, muy estrictamente, por suerte (con la visión del técnico) o por desgracia (desde el punto de vista de quien explota la actividad).

Es un aspecto del que por desgracia, creo que hablaremos muchas más veces, hasta que no cambiemos la forma de pensar y de ver las cosas.