Historia del Acero Inoxidable

Los aceros resistentes a la oxidación, como los deberíamos denominar, no se definieron como “inoxidables”, hasta 1911.

Para conocer el origen de este tipo de aceros, debemos remontarnos hasta 1820, cuando los científicos ingleses Stoddard y Farraday, así como el francés Pierre Berthier, un año después, señalaron que las aleaciones de hierro-cromo se mostraban más resistentes a los ataques de ciertos ácidos. Los intentos para producir aleaciones de cromo, de forma efectiva, no tuvieron éxito por no haber tenido en cuenta, la importancia de la necesidad del bajo contenido en carbono.

En el año de 1872, dos científicos ingleses, John T. Woods y John Clark, registran una patente de una aleación de hierro resistente a algunos ácidos, con una composición de 30% a 35% de Cromo y un 2% de Tungsteno. Ésta es la primera patente, sobre lo que ahora se considera como “acero inoxidable”. Aunque, el verdadero desarrollo de este tipo de material, no se da hasta 1875, de la mano del francés Brustlein, quien denota la gran importancia de la necesidad de que la aleación posea un bajo contenido en carbono, para conseguir la fabricación del acero inoxidable. Brustlein, fue el primero en señalar que, con el fin de obtener una aleación con un alto porcentaje de cromo, el contenido de carbono debería mantenerse alrededor de 0.15%.

Durante dos décadas, el desarrollo de nuevas aleaciones para este tipo de aceros, quedó estancado. Muchos desarrolladores siguieron con el intento de crear un acero inoxidable con un contenido bajo de carbono, si ningún éxito.

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Hans Goldschmidt

No fue hasta 1895, cuando el químico alemán Hans Goldschmidt, desarrolló el procesos de reducción alumino-térmica, necesaria para la producción de cromo libre de carbono, convirtiéndose en la solución para poder continuar con el desarrollo de una buena aleación, necesaria para los aceros inoxidables.

En el año de 1904 el científico francés, Leon Guillet publica una amplia investigación sobre varias aleaciones de hierro-cromo. La conclusión de estos estudios da como resultado, la composición de lo que ahora conocemos como aceros inoxidables ferríticos y martensíticos de la serie 400, como lo son el 410, 420, 422, 446 y 440C.  En 1906, Leon Guillet se dedica a analizar y desarrollar aleaciones incorporando en este caso níquel, composición de lo que ahora es considerado como el fundamento de los actuales aceros inoxidables austeníticos de la serie 300.  Aunque Guillet se dedica a la composición química de sus aleaciones, no reconoció al gran potencial de la resistencia a la corrosión de sus desarrollos.

En 1909, el inglés W. Giesen, publica un excelente trabajo con respecto a los aceros cromo-níquel, al mismo tiempo que, el francés Albert Marcel Portevin, desarrollaría  lo que ahora es considerado el acero inoxidable tipo 430.

Pero no fue hasta 1911, que los alemanes P. Monnartz y W. Borchers dieron a conocer el descubrimiento de la correlación entre, el contenido de cromo y la resistencia a la corrosión. Indicando que, había un aumento significativo en la resistencia a la corrosión cuando en la aleación se contenía al menos un 10.5% de Cromo. Estos dos científicos, fueron los primeros en desarrollar, y publicar, excelentes trabajos sobre el efecto del molibdeno, en favor de la resistencia a la corrosión.

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Harry Brearley

En 1912, una importante fábrica de armas, encargó al inglés Harry Brearley, el desarrollo de un acero aleado que lograse prolongar la vida de sus cañones, los cuales se veían seriamente afectados por efectos de la corrosión. Brearley, desarrolló y experimentó aleaciones de acero que contenían entre el 6% y el 15% de cromo, con diferentes contenidos de carbono. En el año 1913, Brearley había conseguido crear un acero con 12.8% de cromo y 0.24% de carbono, argumentando que, era la primera vez que se desarrollaba un “acero inoxidable”. Alrededor de esta historia hay varios mitos, algún relato de Brearley comenta que, tiró a la basura un acero en desarrollo, dándose cuenta de que, este acero no se había oxidado, a diferencia de otros aceros, que sí lo hicieron.

Brearley continuó experimentando con este tipo de aceros resistentes a la oxidación, atacándolos con ácido nítrico y examinándolos bajo un microscopio, con el propósito de analizar su posible resistencia al ataque químico, encontrando que, su nuevo acero resistió los ataques químicos. Brearley procedió a probar la muestra con otros ácidos, incluyendo el jugo de limón (ácido cítrico) y el vinagre (ácido acético), quedando asombrado al encontrar que, sus aleaciones eran resistentes a esas sustancias. Inmediatamente reconoció el potencial de su acero «inoxidable» en el sector de la cuchillería. Así que, siguió trabajando para intentar producir cuchillería, pero encontrando dificultades para producir hojas de cuchillo (los aceros austeníticos son muy resistentes a la oxidación, pero no poseen la suficiente dureza que necesita un cuchillo, que sí tienen los aceros martensíticos, pero éstos son menos resistentes a la oxidación. De ahí que los cuchillos se sigan realizando con aceros martensíticos y las cucharas y tenedores, con los austeníticos). Brearley recurrió a su amigo y compañero de escuela, Ernest Stuart, quien había perfeccionado el proceso de endurecimiento de cuchillos, logrando ciertas mejoras. Brearley había decidido inicialmente nombrar su invento como “Rustless Steel”, pero Stuart lo bautizó como “Stainless Steel”, como lo conocemos ahora.

En 1908, Krupp Iron entra al debate, al pretender atribuirse el título que les reconociera como los primeros en desarrollar un acero inoxidable, produciendo un acero cromo-níquel, para el casco de una embarcación. Se trataba de un yate conocido como el Half Moon, que actualmente se encuentra en el fondo del mar, frente a la costa este de Florida. Este acero contenía una concentración mínima de 10.5% de cromo. Eduard Maurer y Benno Strauss, de la empresa Krupp, también trabajaron desde el 1912 al 1914, en el desarrollo de los aceros inoxidables austeníticos, utilizando concentraciones menores al 1% de carbono, menos del 20% de níquel y entre el 15% al 40% de cromo.

Europa, inicialmente, quiso atribuirse el descubrimiento del acero inoxidable, pero el estadounidense Elwood Haynes, después de haber inventado en 1911 la navaja de afeitar, argumentó haber sido él, el primero en descubrir el acero inoxidable.

Entre los años 1911 y 1914, los estadounidenses, Becket y Dantsizen, también trabajaron en el desarrollo de aceros inoxidables Ferríticos, los cuales contenían 14-16% de cromo y 0.07 – 0.15% de carbono.

Hay conocimientos también de que, en 1912, el polaco Max Mauermann realizó estudios sobre las aleaciones de un acero resistente a la oxidación. Mauermann se presentó al público reclamando, también, el título de “descubridor” del acero inoxidable, durante una exposición en Viena en 1913. En ese mismo año, Suecia, también se quiso atribuir el título de haber sido los responsables de, la primera aplicación práctica de un acero inoxidable, en este caso, para la construcción de armamento, cuya industria era una de las mayores promotoras de tal desarrollo.

La historia nos demuestra que muchos han sido lo que han ansiado ser proclamados como los primeros en desarrollar un acero resistente a la oxidación, aunque no existen pruebas claras de a quien se le puede atribuir, como ha sucedido en multitud de casos.