No muchos conocen la historia del nombre Elizalde y de la repercusión que éste tuvo en el sector industrial, de la primera mitad del SXX. Iniciada primero como empresa familiar dedicada a la automoción (como fábrica de automóviles) y posteriormente al de la aviación, bien se merece ser recordada, por haber formado parte de la historia industrial de nuestro país.
Confieso que siento especial apego por ella, por tres motivos: el primero, se debe a mi pasión por los vehículos de época y clásicos; el segundo, porque siento verdadero interés por todas esas familias que han revolucionado la industria; y por último, porque mi familia pertenece a ese entorno industrial, del barrio de l’Eixample de Barcelona, compartiéndolo muy de cerca (en la calle Aragó – Passeig de Sant Joan), con la familia Elizalde. Quienes conozcan el barrio, sabrán que hasta hace unas pocas décadas, todo él se comportaba como un pequeño pueblo, dentro de Barcelona y como tal, todo el mundo se conocía y compartía parte de su vida. Algo que ocurrió entre mis antepasados y algunos de los componentes de la familia Elizalde.
La historia del desarrollo industrial de la familia Elizalde, no tiene desperdicio. El 8 de enero de 1908, D. Arturo Elizalde Rouvier (1871-1925), junto con su cuñado D. Rafael Biada Navarro y D. J.M. Vallet i Arnau constituyeron la Sociedad Mercantil “J.M. Vallet y Cía.” con un capital social de 150.000 ptas., (900€ a principios de SXX, era una importante suma de dinero) aportadas por partes iguales entre los socios.
D. Arturo Elizalde y D. Rafael Biada, fueron gerentes de la Sociedad
D. J. M. Vallet, quien poseía ya un taller de reparaciones situado en el Paseo de San Juan nº 149 de Barcelona, que estaba dotado de maquinaria capaz de poder fabricar piezas de precisión y con operarios especializados, lo aportó a la Sociedad.
Por su parte D. Arturo Elizalde, que había cursado estudios técnicos superiores, en París, dónde tenía su residencia, era un importante colaborador y accionista de la fábrica de automóviles Delahaye, obteniendo para la Compañía constituida la representación de dicha firma.
El 5 de abril de 1909, D. Arturo Elizalde adquirió la totalidad del terreno correspondiente a la manzana donde se ubicaba el taller del Paseo de San Juan, a su entonces propietario D. Jaime Alegret (persona muy conocida también, por la sociedad de la época).
El 18 de Junio de 1910, la sociedad pasó a denominarse “Biada, Elizalde y Cía”, tras la adquisición de los derechos de D. J.M. Vallet, por parte de D. Arturo Elizalde. La finalidad principal de ésta, fue la fabricación de automóviles y reparaciones de coches en general, incluidos los Delahaye, contando con la cooperación de sus más destacados técnicos como colaboradores de sus proyectos.
Los hijos de D. Arturo Elizalde (alma mater de la compañía), Salvador y Arturo Luís, colaboraron también el la empresa, el primero en el departamento técnico y el segundo, en el de pruebas.
Con ocasión de la celebración en Barcelona del Salón Internacional del Automóvil, en 1913, la firma “Biada, Elizalde y Cía.” expuso piezas para automóviles, así como amortiguadores de la marca Telesco (marca muy conocida por los industriales de la cerrajería, por sus cierra-puertas con freno hidráulico) cuya representación ostentaban.
Ese mismo año (1913) presentaron el primer prototipo (tipo 11), denominado “Biada y Elizalde”.
El 16 de abril de 1914, el primer vehículo Elizalde circuló por las calles de Barcelona. A partir de este momento todos los coches Elizalde que salieron de los talleres de la fábrica de Barcelona eran totalmente de fabricación nacional.
Para el lanzamiento del primer modelo (tipo 20) se había contado con la colaboración de una importante firma belga para el aprovisionamiento de piezas estampadas. La invasión de Bélgica a causa de la primera Guerra Mundial supuso un grave contratiempo para los planes de D. Arturo, que decidido a llevar a cabo sus proyectos, compró e instaló una importante forja en los terrenos adquiridos en el paseo de San Juan. Como no podía ser de otra manera, las familias Elizalde y Bonet, quedaron todavía más vinculadas si cabe, al acercarse aún más profesionalmente, con la forja como nexo de unión.
Motivado por tal magnánima inversión, D. Rafael Biada decidió retirarse de la sociedad. El 21 de mayo de 1915 la Compañía pasó a ser propiedad en su totalidad, de D. Arturo Elizalde y pasó a denominarse “Fábrica Española de Automóviles Elizalde”. Ese mismo año S.M. el Rey Alfonso XIII probó personalmente uno de los coches Elizalde desde Madrid a Navacerrada regresando al Club de Polo, donde felicitó efusivamente a los constructores, animándoles a proseguir en la labor iniciada. Poco después visitó la fábrica de Barcelona adquiriendo un cabriolet “Elizalde”.
D. Arturo Elizalde falleció inesperadamente el 4 de diciembre de 1925 en París donde acababa de firmar un importante contrato con la casa Lorraine para construir bajo licencia los motores que debían equipar a los aviones Breguet para la aviación española.
Como es evidente, este hecho produjo un giro en la empresa y se constituyó el 4 de junio de 1927 “Elizalde S.A.”, con Dña. Carmen Biada (Vda. de D. Arturo Elizalde) como Presidente del Consejo de Administración, ocupando el cargo de Director General D. Julio Rentería y Administrador General, D. Antonio Elizalde. El Capital Social se estableció inicialmente en 4.500.000 ptas. realizándose posteriormente nuevas ampliaciones.
La fábrica llevaba ya un tiempo trabajando, de forma paralela, una nueva línea de producción, los motores de avión. Los coches habían causado admiración entre la clase alta, con carrocerías deportivas que dieron sonadas victorias a los pilotos de la época, pero parece que nunca fueron un buen negocio. Incluso es posible que, jamás dieran beneficios; algo que no pareció preocupar en demasía a alguien tan inmensamente rico como era D. Arturo Elizalde.
La Viuda de Elizalde, ordenó destruir todos los planos y papeles relacionados con la automoción que había en la fábrica, para marcar una orientación dedicada exclusivamente a la aviación, dejando atrás su carrera como industria automovilística. Además, ordenó desguazar todos los monoplazas de competición, entre ellos, por ejemplo, el mítico modelo 5181, un ocho cilindros de 3,2 litros de capacidad que entre 1922 y 1924 dejó atrás a todos sus rivales en la entonces muy emocionante subida a la Rabassada.
Por ese motivo, muy lamentablemente, en la actualidad, no existen planos de los coches Elizalde y tampoco quedan apenas restos materiales de aquellos coches, salvo las fotografías dónde podemos apreciar sus bondades y excelencias, así como algunos catálogos de venta, noticias en la prensa y dos unidades físicas, todavía en funcionamiento, aunque con transformaciones muy poco respetuosas con la originalidad.
Dña. Carmen Biada, descendiente de D. Miguel Biada, promotor del primer ferrocarril de España en 1848, ostentó la Presidencia de la Sociedad durante 25 años, hasta su fallecimiento, el 11 de diciembre de 1949, cuando se designó como Administrador General a D. Antonio Elizalde.
El 27 de diciembre de 1951, vistas las graves dificultades de todo orden, se firmó el convenio de venta de Elizalde S.A al Instituto Nacional de Industria (INI), pasando a denominarse “Empresa Nacional de Motores de Aviación S.A.”
Una de las características de estos coches es, que tenían la culata de bronce. Fue una decisión bien estudiada por D. Arturo Elizalde en persona. Es una material con un coeficiente de dilatación más bajo que el acero, más eficiente, por lo tanto. Mejoraba el rendimiento. Quizás esto fue su condena, cuando estalló la Guerra Civil, puesto que al ser un material muy preciado en tiempos de guerra, para fabricar munición, se desguazaba para ser fundido, todo elemento que lo contuviese (al igual que las campanas de las iglesias).
Quisiera hacer una mención especial, al modelo 48, que en su momento fue el coche más grande del mundo. El rey Alfonso XIII, en una visita a la fábrica, le hizo saber a D. Arturo Elizalde lo bien que le sentaría a la imagen exterior de España la producción manufacturada de un coche de esas características. En el Salón del Automóvil de París, cuando fue presentado, causó una enorme sensación, por colosal y lujoso. A la hora de la verdad, solo llegaron a fabricarse cinco unidades y ninguna ha sobrevivido.