Proyectos de mejora para la iluminación urbana

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A cualquiera que se haya visto involucrado en un proyecto para la mejora de la eficiencia energética del alumbrado público de un municipio, seguro que le han asaltado muchas dudas. Algunas de ellas, no tienen una respuesta muy certera y en ocasiones, uno debe dejarse llevar por la intuición. Para ello, que duda cabe que una buena formación específica y contar con algo de experiencia, es de gran ayuda.

la-administracion-publicaA muchos de los que lean este artículo, que posean una formación técnica, con sólo leer el enunciado, les habrá venido a la cabeza más de una solución a aplicar, pero pensándolas con detenimiento, per determinar cual de ellas es la más adecuada, puede no ser tan evidente. Para complicar algo más la búsqueda de la mejor solución, voy a añadir otro factor, que suele jugar un papel muy importante, y es que la instalación a tratar, no depende de una empresa privada, sino de una administración pública y quien haya podido experimentarlo, sabrá que van por caminos diferentes.

Por si todavía a alguien le parecía un tema baladí y en referencia a éste último apartado, podemos desgradar dos grandes factores decisivos: el administrativo y el político. Así pues, debemos tener presente, que frente a cualquier decisión de esta índole, entrarán en juego las opiniones de tres figuras: el ingeniero, el administrativo y el político.

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Ahora debemos tener muy clara nuestra posición y en cierta manera, predecir, la de las otras partes que intervienen. A grandes rasgos, el ingeniero se centrará en dar la mejor solución técnica, el administrativo aportará la viabilidad económica y procesal y el político, el «marketing» de la operación. Sinceramente, compadezco a quienes estén en la tesitura de cumplir con la primera y última posición…

Bien, no todo tenía que ser complicado en esta historia y si en algo están de acuerdo y tienen en común las tres partes que intervienen, es el objetivo a alcanzar y la dirección a llevar para conseguirlo, que no son otros que el ahorro energético y el cambio de luminarias.

Evidentemente cada uno tiene una visión diferente del resultado, pero lo que importa es que el objetivo es común para los tres y las visiones confluyen en él. Para el ingeniero, la actuación irá en beneficio del ahorro energético, la sostenibilidad y la mejora del medio ambiente, temas con los que estará concienciado y formado para preservarlo. Para el funcionario de la administración, reducir el consumo, implicará una reducción de los costes en los servicios y poder ajustar (y a veces poder cuadrar) los presupuestos generales, aunque sea a largo plazo, con el retorno, tras la inversión realizada. Para el político, poder vender la imagen de su partido, como preservadores del ecosistema y veladores del bienestar de los ciudadanos, que poco le va a costar, porque es algo que se «vende» bien, al estar a la orden del día y en boca de todos.

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Soy consciente de que he simplificado mucho el objetivo a alcanzar, cuando he dicho que se pretendía el «ahorro energético» y para ser honesto, creo que debería detallar, o mejor dicho desgranar. Debido al cambio de luminaria, obtenemos otros beneficios, que son:

  • Reducción de la potencia eléctrica a la que la instalación está sometida: el cambio de luminaria, por una más eficiente, de menor potencia eléctrica pero de igual  (o incluso mayor) intensidad lumínica, implica una reducción de la intensidad eléctrica que circulará por la instalación y ésta, si no está actualizada, se verá aliviada.
  • Reducción del coste energético: viéndose reflejado en el presupuesto municipal, que durante el tiempo de amortización, puede verse equilibrado gestionando una financiación.
  • Mejora de la calidad lumínica: las luminarias actuales, reducen las pérdidas lumínicas por dispersión, concentrando y dirigiendo el haz de luz hacia la vía y no sobre las fachadas. En algunos casos, se adecuará la luminaria a las normativas actuales, contra la contaminación lumínica.
  • Cumplimiento de normativa: en algunos casos, substitución de luminarias actualmente fuera de normativa, como es el caso del vapor de mercurio.
  • Protección de la biodiversidad: En función del tipo de luz instalado, la naturaleza se ve afectada y se altera negativamente la vida de insectos y animales de vida nocturna.

Como no podía ser de otra manera, existen ciertos problemas, que obligan a inclinarnos por adoptar una u otra solución, de la técnicamente viables. De hecho hay muchos factores determinantes, pero voy a tratar de citar los principales o por lo menos, los más frecuentes.

1. Afectación de la instalación.

descarga-red-electricaLas luminarias, tanto las que contienen gas (las más habituales son las de vapor de mercurio, vapor de sodio y halogenuro metálico) como las de tecnología LED, requieren de un circuito que las hace encender o las controla, como en el caso del LED. Este dispositivo, llamado balastro, en el caso de las lámparas de descarga de gas y controlador o driver, en el caso de las luces LED, puede verse gravemente afectado, si sufre una descarga eléctrica o si la tensión de alimentación tiene perturbaciones.

Todo y que actualmente todos los dispositivos están protegidos individualmente, frente a la agresión de cualquier alteración en la tensión de alimentación, los drivers de las luminarias LED son más sensibles y delicados que los balastros. Es por ese motivo, que se suele desaconsejar la instalación de luminarias de tecnología LED, en redes muy antiguas, que no han sido sometidas a actualizaciones periódicas y que padecen ciertas deficiencias, por la afectación de la red, frente a caída de descargas eléctricas o alteraciones de la tensión, como pueden ser los rizados o picos de tensión en la línea.

2. Precio.

Las luminarias LED, tienen un mayor coste de compra, respecto a las demás y esto a veces, puede ser un handicap, para decidir entre un tipo de luminaria u otra, ya que los presupuestos municipales suelen ser ajustados y no permiten a veces, la adquisición de los componentes que realmente se desearían.

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Disponiendo del mismo importe en la partida presupuestaria, prevista para la renovación de luminarias, el precio de compra de éstas, significa poder adquirir un determinado número de unidades u otro. Esto a veces resulta decisivo, sobretodo si hay una necesidad imperiosa de substituir un determinado número de puntos de luz.

A mayor elevado coste de compra, debería existir una relación equiparable en el ahorro energético, para que la amortización pueda compensar el retorno en un plazo más o menos coherente, algo que sí sucede en algunos cambios, pero no en todos.

3. Político.

Si bien es cierto, que en la actualidad «vende» políticamente el hecho de poder decir que se ha realizado una inversión de una cantidad de dinero determinada, para la sustitución de luminarias, en beneficio del medio ambiente, la sostenibilidad o como medio de protección de la biodiversidad, también no es menos cierto, que esta inversión no se suele «ver» (gran paradoja).

Una luminaria de vapor de mercurio o de sodio, bien instalada, puede iluminar de manera más que suficiente una calle. El cambio de ella, por otra luminaria, aún contando con mejores características y siendo eficientemente mejor, puede parecer que ilumina «igual» y ha habido un dispendio económico, de dinero público, en substituir algo que ya funcionaba. Justificar el cambio, puede no ser entendido por una parte de la población y esto es algo que al político no suele gustar.

Hasta aquí, estos cuatro apuntes sobre un tema complejo y del que podríamos hablar extensamente.

gracias