Revisando esta mañana, las instalaciones en un garaje de vehículos, me he encontrado con una muestra más de que estamos a años luz de tener un nivel mínimo de calidad y de cumplimiento de las normativas, para estar al nivel de otros países de la Comunidad Europea.
En el ejemplo presentado, podemos ver de forma clara, la solución que adoptaron los instaladores del sistema de extinción de incendios, en un garaje construido en los años 70, al que se quiso instalar dicho sistema de protección, hace unos pocos años.
Mostrando una clara falta de previsión en el recorrido de las líneas de tubería, dio la casualidad que algunas tuberías interferían con las tapas de las cajas de conexiones, de la instalación eléctrica del edificio, y se optó por quitar dichas tapas, dejando los cables al aire, con las conexiones todavía encintadas y con muy mala conservación (totalmente fuera de normativa) y en lugar fácilmente accesible por cualquier persona.
Es increíble, pero esto está ocurriendo más de lo que uno puede imaginar. Los técnicos que recorremos día a día, obras e instalaciones para inspeccionarlas, nos encontramos con actuaciones difíciles de creer.
A veces me pregunto, cómo nos verían en el resto de Europa, si conocieran realmente, cómo trabaja, por desgracia, un gran número de «profesionales» de este país.
¿Cómo puede ocurrir que alguien sin criterio alguno y sin un mínimo de conocimientos técnicos, adopte la solución que a él le conviene más, sin pensar en que quizás puede afectar seriamente a la seguridad de los demás?
¿Cómo puede ser que las ineptitudes no sean vistas por nadie, no sean revisadas y por descontado, subsanadas?
Sólo me queda una explicación, los técnicos tenemos la terrible costumbre, de cobrar honorarios por nuestros servicios y eso, en una sociedad en la que parece que todo se deba ofrecer a coste cero (aunque sólo sea aparentemente) no está bien visto.