Hace unos pocos días, se publicó en el BOE, el Real Decreto que determina cómo, cuando y quien, deberá y podrá realizar los certificados sobre la eficiencia energética de los edificios y viviendas.
A partir del próximo mes de junio, estos certificados, serán obligatorios para todos los propietarios, que quieran vender o alquilar una vivienda. El certificado, lo llevará a cabo un técnico cualificado, que tenga competencia para realizarlo, a través de unos programas informáticos oficiales, ya en funcionamiento desde hace tiempo y el resultado obtenido, determinará la eficiencia energética de la vivienda, de forma muy similar a la que poseen los electrodomésticos, que se clasifican mediante una letra, según sea su eficiencia.
La necesidad de la aplicación de dicho certificado, en teoría es la de concienciar y mejorar la eficiencia de los edificios, a base de penar a los que tengan peor eficiencia. Esta pena, se aplicará de forma natural, ya que los inmuebles con peor eficiencia, tendrán lógicamente un valor inferior en el mercado, tanto para su venta, cómo para su alquiler, ya que en el momento de la venta o alquiler, el propietario deberá acompañar el certificado que obligatoriamente deberá tener en posesión, para mostrárselo al futuro propietario o inquilino.
Si esto se hiciese correctamente y con «buena fe», implicaría realizar unas auditorias energéticas, por parte del técnico, para proponer una mejora de la eficiencia energética de la vivienda.
Como digo, esta es la teoría, pero en la época que vivimos, dónde el trabajo escasea en muchos sectores, se ha convertido en una lucha de depredadores, lanzados todos a una, sobre la presa, con un hambre atroz.
La cantidad de cursos impartidos, para que los técnicos tengan los conocimientos suficientes, para realizar rápidamente los necesarios y obligatorios certificados energéticos, es apabullante, pero la gran mayoría, se limitan a esto, formar a los técnicos, para que realicen el certificado, pero no para que realicen la posterior auditoria, ya que ésto supone estar en la posesión de unos amplios conocimientos de técnica y construcción, para realizar los cambios pertinentes, para poder mejorar la eficiencia.
Educar a un técnico, que se presupone que tiene unos conocimientos técnicos mínimos, para que pueda realizar el certificado, es una tarea relativamente fácil y que se puede llevar a cabo a través de un curso, de unas pocas horas de duración. Formar al mismo técnico, para que pueda llevar a cabo una correcta y optimizada auditoria, con la que se informe al interesado, de la mejor opción técnica constructiva posible, dedicada a cada caso, ya no es tan fácil y puede requerir, además de los conocimientos, un mínimo de experiencia en el sector.
¿Debemos tener miedo a cómo puede terminar el tema de los certificados energéticos, la corrupción que está teniendo y la desviación de la idea original?